El Miedo

El Miedo

¿El miedo es real o ficticio? La verdad es que a la mente le da igual; cuando lo percibe, actúa de la misma manera. Activa una alarma, enciende una alerta, agudiza los sentidos y libera cortisol. Y tú, sin saber todo lo que está pasando en ese momento en tu cerebro, solo tomas una decisión: luchas o huyes. No es como el café; aquí no hay matices. La pregunta entonces es: ¿cómo hacemos para actuar (luchar) más en vez de paralizarnos (huir) cuando sentimos miedo? ¿Cómo actuamos aún con miedo y usamos los sentidos a nuestro favor? ¿Qué nos detiene? ¿Un pensamiento? ¿Una persona? ¿Seremos nosotros mismos esa persona? ¿Qué está al otro lado del miedo?

Hay muchos tipos de miedo, pero hablemos del social: el miedo al rechazo o el miedo a ser juzgado. Es el miedo que nos hace cuestionar qué deberíamos hacer con nuestras vidas, buscando siempre encajar, buscando complacer a todos antes que a nosotros mismos.
Decisiones que tomamos o cosas que dejamos de hacer por miedo a lo que diga "@..." (personas que solo sabemos cómo se llaman en Instagram), o incluso personas que nos aman, a pesar de nuestras decisiones. Y del anticipatorio, por pensar primero en el resultado, en lo que no ha pasado y suponemos pasará. En el que no nos deja disfrutar del camino, pues tenemos la mirada anclada en el objetivo, en la cuenta de ahorros, el reconocimiento del jefe, o la mirada juzgadora de una "amiga."

Ese miedo influye en muchas decisiones que tomamos en nuestra vida. Quiero montar el restaurante de mis sueños, pero ¿y si fracaso? Me encanta la vida corporativa, pero ¿y si pierdo mi libertad? Quiero sacar mi podcast, pero ¿y si nadie lo escucha? Me quiero vestir diferente, ¿y qué dirán de mí en la calle? No quiero tener hijos, pero ¿me voy a quedar sola? Tendemos a temer tomar decisiones contundentes y con seguridad porque pensamos en los estigmas de la sociedad o anticipamos resultados, enfocándonos en lo que no es.
Lo más lindo que me han dado mis 30 y tantos años, es haber soltado el miedo a las opiniones de los demás. Decidiendo tomar aquello que resuena conmigo y dejando ir lo que no. Ahora bien, estoy trabajando en enfocarme menos en los resultados y más en mis sueños. Lo que me llevo a reunirme con alguien muy sabio, el cual me dijo: "Los adultos también tenemos derecho a soñar; no puede ser que después de los 20 a uno le corten las alas que de niño le incentivaron tener".

Que el miedo no nos detenga a lograr los sueños, a soñar como niños, a cambiar la vida las veces que queramos, a buscar ser una versión diferente de nosotros mismos, a hacer las cosas por el disfrute, por el proceso. Por eso estoy aquí hoy, escribiendo mi primer —espero que de muchos— texto sobre la vida, porque no me importa a dónde me lleve esto, sino solo el disfrute de escribir un par de líneas.
Porque, al final, el miedo no paraliza; el que está paralizado eres tú.

Comparte este cafecito

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con*

Seguir leyendo