Las Opiniones

Las Opiniones

Mi amiga, que suele tomarse tres cafés al día, se despierta sin su primera dosis. Es mamá primeriza y, en sus cortas semanas de embarazo, le han recomendado evitar la cafeína. “¡Qué exageración!”, le dice una amiga. “Obviamente va a afectar”, opina la otra. Lejos está de imaginarse el libro de mil páginas que podría escribir sobre las opiniones en el mundo de la maternidad. Bienvenida a un universo donde las opiniones son más comunes que pasar una noche entera sin despertarse.

Pero la realidad es que no hace falta estar creando vida para recibir constantemente opiniones ajenas. Ni haberla creado para sentirse con el derecho de opinar sobre la vida del vecino. ¿Qué tanto peso le damos a las opiniones? ¿Has traicionado tu alma por complacer? Mientras tú, que puedes tomar cafeína, te deleitas con ese café, te recuerdo: una opinión no pedida no es lo mismo que un consejo amable. A la opinión la delata la energía juzgadora.

El tema merecía un Cafecito con mi amiga Cata para hablar de este tema. Tiene la mezcla perfecta: figura pública, vegetariana, activista del medio ambiente y mamá. Está en el ojo del huracán. Y me di cuenta que precisamente sus principios definidos y su fidelidad a sus valores son el antídoto perfecto para que las opiniones le resbalen; ella jamás estaría dispuesta a negociar su esencia. Es su coherencia interna lo que hace que vea las opiniones ajenas como lo que son: reflejos del mapa mental de cada quien. Para ella, una opinión es simplemente una visión distinta, una perspectiva individual. No le mueven el piso, pues este está construido sobre otros cimientos.

Pienso, entonces, que dejarse afectar por opiniones ajenas está relacionado con una alta necesidad de complacer. Una necesidad aprendida gracias a frases que nos repitieron en la niñez: “No digas eso, que van a pensar”; “Qué pena con la visita.” Frases que nos alejan de nuestra esencia, nuestras creencias y nuestro ser, creando nada más que identidades perdidas. No vinimos a este mundo a complacer; vinimos a encontrarnos, y a regalar eso que en realidad somos. ¿O quién no ha sentido la energía desbordada al conectar con personas que viven fieles a sí mismas? Si esa energía te genera rechazo, pregúntate: ¿qué admiro de ella que quisiera en mí? El problema no está en ella, está en ti.

Como toda moneda tiene dos caras: ¿opinas juzgando o dejando ser? Al fin de cuentas, es fácil decir que no opinen, pero difícil no opinar. Respetar vidas que no se parezcan a la nuestra es un acto de valentía en un mundo que exige parecernos.

Al final, la opinión que importa no es la mía, ni la de Cata, ni la de Oprah Winfrey o la de Elon Musk. Pues, como me dijo Cata: “nadie tendrá jamás la verdad absoluta.”

La opinión más importante está en el corazón, y el trabajo está en aprender a oírlo.

Comparte este cafecito

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con*

Seguir leyendo