La Responsabilidad

La Responsabilidad

El cafecito, esa mañana, estaba frío. La relación con su esposo se sentía lejana; ya no era tan íntima como antes de tener sus dos hijos. De tres veces a la semana, pasaron a una… y eso. Las noches en vela ya no eran por exceso de vino, sino por desvelos y pañales. Ella, en su cama, soñaba despierta: tener una noche donde su esposo se pusiera creativo —velas, luces rojas, música sexy— no pedía más. Decía que ese día sí se pondría la 10, ese día no tendría dolor de cabeza, ni exceso de sueño, ni sacaría alguna excusa rebuscada en su cajón. Ese sueño, sin embargo, se quedó en la almohada.

Yo me pregunto: ¿hasta cuándo vamos a echarles la culpa a los demás por nuestras propias decisiones? ¿Hasta cuándo vamos a seguir suponiendo que todo el mundo tiene la culpa, menos nosotros mismos? Detente un momento y pregúntate: ¿no sería muy distinta la relación con cualquier persona si cada quien se responsabilizara de lo suyo?

Pues, un día, ella decidió tomar el control de su vida. Preparó lo mismo que le hubiera gustado que le hicieran: suite privada, ropa interior, chocolate y velas. Esa noche, su placer fue correspondido. ¿Por qué esperar a que alguien cambie, cuando si cambias tú, todo cambia? Como dice Santiago Molano: “Todo parte de una decisión: decidir ser el protagonista de tu vida o el espectador que culpa a los demás.”

La que culpa al esposo porque no tuvo tiempo de prepararse el café. La que culpa a los del trabajo por no hacer ejercicio. El que culpa al tráfico y a la gente que no sabe manejar por sus gritos y pitos en la calle. El que culpa su falta de experiencia en la cocina y la falta de tiempo por sus malos hábitos de alimentación. El que dice mentiras, culpando a su pareja porque “ella lo va a tomar mal”. El que no cambia, esperando que el otro cambie. Todos los que culpan, por dentro, tienen culpa.

Entiendo que casi siempre queremos irnos por la vía más fácil, tomar la carretera pavimentada, pues culpar a alguien más se siente más cómodo. Eso de decir “me equivoqué”, o “tienes razón, yo reaccioné mal”, sin peros en el medio, es más difícil que un Ironman. ¿Por qué será tan difícil cambiar uno primero? ¿Por qué estamos esperando que pase algo externo para sentirnos como queremos?

Porque responsabilizarse es el acto más valiente que existe. La responsabilidad es incómoda porque exige coherencia, exige autoconocimiento, exige dejar de justificarse. Como bien lo dice Santiago Molano, vivir desde la responsabilidad implica dejar de esperar que el mundo gire a tu favor y empezar a girar tú con intención. No puedes cambiar a los demás, pero sí puedes cambiar cómo los miras, cómo respondes y qué haces con lo que recibes.

Cuando tú cambias, todo cambia. Así sea frase de cajón.

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