La Libertad

La Libertad

Tomándome un café en uno de mis lugares favoritos de Miami, ciudad en tendencia del país de la libertad, leo una frase en un cuadro de la pared: “La verdadera libertad es encontrada cuando te atreves a ser tú mismo.” 

Hablar sobre libertad en este país siempre me ha parecido contradictorio, porque aunque se diga que se fomenta la individualidad, también lo es vivir de un crédito que sólo puedes pagar siendo esclavo del trabajo. En el país de la libertad, para los mortales, es difícil sentirse libre. Pero tal vez la libertad no sólo es contradictoria en este país, pues un hombre que percibamos libre en cualquier parte del mundo puede sentirse viviendo en una cárcel mental. 

Esto me hace acordar al lorito de la finca del vecino: Migú, el cual creció en una pequeña jaula. El mayordomo José, pensaba que lo cuidaba con mucho amor y dedicación. Le cantaba, le limpiaba el agua, le daba la mejor comida. Un día entendió lo cruel que era tenerlo encerrado, así que decidió abrir la puerta. Migú tenía alas, pero Migú no voló. La cárcel de Migú ahora estaba en su mente.

Los limitantes del ser humano son como los de Migú: mentales. Y esos son los barrotes más difíciles de romper. ¿Por qué nos sentimos presos aun cuando tenemos alas para volar? ¿De quién estamos esperando permiso para extender nuestras alas? ¿De un José?

La libertad, en el sentido psicológico, no se trata de “no tener reglas” o de “hacer lo que quiero sin límites”. Es más bien sentir que mis elecciones tienen coherencia con lo que soy, y que yo soy quien está tomando esas decisiones. Es sentir que elegimos nuestras acciones porque queremos, no porque nos obligan o porque creemos que a otra persona le gustará la manera en que elegimos tomarnos el café. 

La libertad, entonces, puedo decir que es autonomía. Es abrazar el poder de decisión que todos tenemos, con todo lo que eso implica. Porque si somos libres para tomar nuestras decisiones, también somos responsables de nuestras acciones y de esas reacciones que a veces nos avergüenzan

Tal vez la frase del cafecito de Miami tenga mucho de verdad, pues percibo que en el mundo hay muchas buenas personas decidiendo no incomodar, he sido una de ellas. Sin entender que es más valioso vivir desde la verdad, aunque incomode. Cuando nos atrevemos a ser nosotros mismos, así vivamos momentos difíciles, nadie ni nada nos quitará el sentirnos libres. Libres para decidir hacia dónde queremos caminar. Libertad para atrevernos a volar.

Sin olvidar que cuando un loro vuela, es libre, aunque vuele junto a alguien más. 

Comparte este cafecito

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con*

Seguir leyendo