Todos somos energía, y tú no eres la excepción.
En la India lo llaman prana. En Japón, ki. En China, chi. No es la energía que nos da el café de la mañana, es nuestra fuerza vital. Es la energía de toda materia, emoción, intuición y pensamiento. Es la energía de tu cuerpo, del mío, y de lo que sentimos al vernos.
Quizá le hubiéramos prestado más atención al profesor de física cuando decía que todo ser vivo emite frecuencias electromagnéticas; que incluso nuestro cerebro y corazón crean campos energéticos medibles. Porque una vez interiorizamos que todo es energía, entendemos que no atraemos lo que deseamos, ni lo que pedimos soplando las velitas de cumpleaños: atraemos aquello que vibra en nuestra misma sintonía.
¿Que el dinero atrae dinero? ¿Que cuando algo me sale mal, todo me sale peor? ¿Que la energía ya te ha presentado antes de hacerlo tú? ¿Que no es linda, pero tiene un “no sé qué”? Ninguna está alejada de la realidad.
Cuando Einstein dijo: “Todo es energía y eso es todo lo que hay.” Y Joe Dispenza confirmó: “Cambiar tu energía es cambiar tu vida.” Entendemos que el tema no es el matcha de moda. Es cómo funciona la vida.
Si eres de los escépticos, o de los que perdió la clase de física, te lo explico diferente: Todo en el universo emite una señal, como el wifi. Esa señal no se ve, pero sí se siente. Cuando actúas desde el amor, cuando eres coherente, auténtico, vibras alto. Y lo que atraes —personas, situaciones, ideas— suele estar en esa misma sintonía. Cuando estás estresado, te enfocas en lo negativo, actúas desde los celos, la envidia, la rabia… tu energía cambia. Y lo que atraes, también.
Así como tú eres energía, todo lo que te rodea también lo es. La naturaleza, los animales, las estrellas… todos estamos conectados. De una forma tan poderosa que tenemos el don de transformarnos unos a otros. Podemos percibirnos, leernos, ser espejos, intercambiar energía.
Te preguntarás cómo aumentarla. Te puedo asegurar que no será cuestión de café.
Acá es donde entra en la ecuación lo que comes, el agua que tomas, el sol que recibes, mover el cuerpo. Elegir bien con quién te quieres rodear, decir lo que sientes, llorar. Poner límites, conectar contigo, tener placer. Tal vez, la clase del colegio —en vez de física— debería evolucionar a física cuántica. Enseñarnos, en realidad, lo que somos, para que podamos vivir en vida aquello que soñamos.
Claro que, si somos energía, y la energía no muere, entonces tal vez nosotros tampoco morimos… simplemente nos transformamos.

