El Sentir

El Sentir

“Uno nunca sabe, pero siempre siente”. Es la frase que leo del artista Camilo Rojas en una foto de su perfil de Instagram, artista que sigo porque tiene la capacidad de convertir tacitas de café en arte para el alma. Yo, mujer acostumbrada a lo mental, analizo lo que pretende decir Camilo con esta frase. Para mi mente, lo que razona, lo entiende; si lo entiendo, lo maneja. Pero últimamente he logrado identificar que esta estrategia nos vuelve prisioneros de nuestras propias explicaciones, dando vueltas en un círculo infinito de pensamientos que nunca tocan la raíz.

Trato entonces de sentir. Me siento cansada. Pido un capuchino con leche de macadamia. Tomo. Se siente a hogar. Croissant de chocolate. Muerdo. Se siente a infancia. Jugo verde. Tomo. Se siente a bienestar. Mi atención migra de lo que siento a lo que veo en la otra mesa. Ellos discuten, el ambiente se siente pesado. Dejan de hablar, se enfocan en sus celulares, prefieren no sentir. Me pregunto: ¿se siente más seguro pensar que sentir? Para muchos, para los de la mesa del lado, para mí, tal vez sí. Sentir da miedo porque nos expone. Pensar tranquiliza porque nos distancia.

Pero, ¿cuándo decidimos separar el sentir del pensar? En sus orígenes el concepto no estaba dividido entre cuerpo y mente; era tanto percibir físicamente como pasarlo a la mente. Sentir es permitirnos sentir el dolor de estómago cuando algo nos da miedo, la incomodidad en la garganta cuando queremos decir algo, nuestro corazón acelerado cuando algo nos molesta, y después tener la capacidad de nombrarlo en una emoción: “tengo miedo”, “tengo frustración”.

¿Qué pasa cuando solo pensamos y no sentimos? Imagina que tú eres una taza de café. Cada emoción que no quieres sentir —la tristeza, la rabia, el miedo, la nostalgia— no desaparece: se va al fondo, como el azúcar que uno no revuelve. A simple vista parece que no está, pero sigue ahí, acumulándose. Con el tiempo, la taza se va llenando. Lo que no se movió, se asienta y pesa. Y llega un día en que cualquier gota —un semáforo en verde, un comentario de la pareja, un error laboral— hace que la taza se desborde. Y cuando le dices a la persona o al hecho que rebasó tu taza: “es que me tienes la taza llena”, se te olvida que esa persona no llenó tu taza; la tienes llena de emociones reprimidas tú.

Y al final, el problema no está en el café que se regó con la última gota, porque de diferentes formas lo puedes limpiar. Es que si no tomamos responsabilidad de lo que hay en el fondo, el café se regará una y otra vez. Y seguramente, si alguien te está ayudando a limpiar el café derramado, llegará un día en que no querrá limpiar más. Entonces, ¿no será mejor tratar la causa que la consecuencia?

El alma no se reboza por sentir demasiado, se reboza por negarse a sentir.

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8 comentarios

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Luis J
October, 8. 2025

Tatini, tienes una gran capacidad de transmitir lo que esta en tu interior y poner en palabras todo aquello que muchos sentimos pero no entendemos o nos atrevemos a expresar.
Que bueno que compartas tus sentimientos pues estos cafecitos nos pueden ayudar en momentos donde todo lo vemos de manera negativa.

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Juliana
October, 8. 2025

Qué lindo! Gracias por compartir tus pensamientos con nosotros… nos hace reflexionar y estar presentes.

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Lyda Rey
October, 8. 2025

Te felicito!!! Amo como escribes , amo los mensajes que trasmites , amo que me llegan al Alma .
Que regalo tan grande el que nos das cada miércoles. Gracias , gracias , gracias .
Muchas felicidades mi Tesoro hermosa !!!!
Que orgullosa me siento !
Mi recomendación es ; sigue este camino hermoso de la escritura, es un don escaso y maravilloso.
Te Amo!!

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