Hay un día en el calendario judío en el que no se toma café. En realidad, no se consume nada, ni siquiera agua. Tampoco se come. El ayuno de más de 24 horas es total. Yom Kipur es una de las festividades más importantes para la comunidad judía, también conocida como el Día del Perdón. El ayuno no es más que una herramienta de introspección, de sacrificio, para cumplir el propósito final: pedir perdón, y además perdonar a los demás. Esta religión milenaria nos enseña la importancia del perdón como un acto de libertad interior.
Pero, ¿podría la comunidad judía perdonar su historia? ¿Qué hacer cuando hay tanto dolor en el medio? ¿Cuando se siente que la injusticia ha destruido todo lo que se ha amado? ¿Cuando la integridad ha sido violada hasta un punto tal que se desmorona la propia identidad? Con tanto dolor, sin duda, el perdón se nubla, se transforma en rabia.
¿Pero qué pasa si el perdón no existe? El ciclo de violencia se repetirá sin fin. Y esto no solo ocurre a nivel macro en guerras infinitas, sino también a nivel personal, en guerras internas. Pasa cuando no perdonamos a quienes nos han herido, a quienes sentimos que nos traicionaron, con quienes vivimos experiencias profundamente dolorosas. No nos damos cuenta de que, al encerrarnos en ese ciclo, alimentamos el rencor, activamos nuestro eje del estrés, liberamos cortisol. El rencor puede que no se vea, pero destruye lentamente por dentro.
¿Cómo lo habrá logrado el evolucionado Nelson Mandela? Este primer presidente negro sudafricano, después de 27 años de prisión, en vez de buscar venganza, buscó libertad interior, busco unión. Con sus frases: “El resentimiento es como beber veneno y esperar que mate a tus enemigos.” Y “Al salir por la puerta hacia mi libertad, supe que si no dejaba atrás mi amargura y odio, aún seguiría siendo prisionero” nos recuerda que la prisión más cruel no siempre tiene barrotes. Que el perdón no nos hace débiles, nos hace libres. Seguramente es de valientes, de empáticos, de personas como Mandela el perdón genuino.
Y… ¿qué pasa cuando el rencor es hacia uno mismo? ¿Cuando nos juzgamos constantemente y no somos capaces de perdonarnos? Debe ser porque se nos está olvidando que a la vida vinimos a experimentarlo todo, incluyendo todos sus matices. No vinimos a ser perfectos, sino a vivir experiencias que enriquezcan nuestra alma y nos lleven a cumplir un propósito mayor. Está bien perdonarnos por habernos quedado más de la cuenta en esa relación tóxica. Por haber permitido que, en algún momento, no respetaran nuestra integridad. Por habernos perdido de nosotros mismos. Está bien perdonarnos, porque es la única manera de reconocer que estamos listos para avanzar. Se perdona para liberarse. Se perdona por salud emocional. Se perdona porque todo proceso doloroso, cuando se integra, se convierte en sabiduría.
Sin perdón, el prisionero eres tú.

