Cuando salgo a tomarme un café con mi amiga venezolana, en el case del celular siempre puedo leer la frase “El vaso medio lleno”. El legado de su padre, a través de esa frase, es recordarle todos los días que siempre tenemos dos maneras de percibir el mundo. Existen los que celebran lo que ya tienen y los que se lamentan por lo que falta. Hay quienes agradecen la media taza y quienes se quejan de la que no les sirvieron. Existen los que ven el vaso medio lleno y los que lo ven medio vacío.
La frase de su padre me hace acordar del mío, el que ama tanto la lluvia como el sol, el que en vez de peros encuentra soluciones y el que en medio de un huracán es capaz de ver la majestuosidad de la naturaleza. ¿Tendrá mi padre mayor bienestar en su vida gracias a su optimismo? ¿Tendrán las personas del “vaso medio lleno” una vida más placentera? Tony Robbins diría, tal vez, que sí.
Este referente americano del positivismo moderno me hace pensar en mi reciente vida como residente americana, la cual en un principio me costaba apreciar, pues mi alma no cabe en esta cultura afanada, superficial. Una sociedad impulsada por el positivismo moderno, un positivismo enfocado en lo que falta: en poder atraer el éxito, en ser abundante, en alcanzar el todavía anhelado American Dream.
Pero, si me detengo, me doy cuenta que esta misma vida americana es la que me ha otorgado una vida plena. Es la que me ha hecho fortalecer mi núcleo familiar. La que me obligó, al tener que cocinar, a conocer a la chef que vive en mí. A tener oportunidades que jamás pensé tener, pues la verdad es que el dólar manda, el peso solo obedece. A sentirme libre, sin pensar tanto en lo superficial. A formar amistades nuevas tan poderosas como las antiguas. Tal vez, si desde que pisé el territorio del Tío Sam hubiera visto el vaso medio lleno, no solo habría vivido el día, sino disfrutado más la vida.
Me hubiera encantado haber conocido antes uno de los principios de la filosofía hindú. El hinduismo habla de Pratipaksha Bhavana. Nos invita a transformar pensamientos y emociones negativas en una actitud positiva y saludable. Por ejemplo, como diría mi papá: “no hay días feos, hay días en los que se hacen cosas diferentes, se ve Netflix y se comen crispetas.” Ver la oportunidad, en todo.
Tal vez de eso se trata este Cafecito: de aprender a disfrutar la media taza que tenemos hoy, sin olvidar que mañana puede volver a llenarse, aunque amanezca medio vacía. Porque la vida no es perfecta, pero sí puede sentirse plena cuando nos enfocamos en ver el vaso medio lleno. El optimismo no es una frase de cajón, es una forma de honrar la vida.
El optimismo no te llenará el vaso, pero sin duda, hará que sepa mejor.

